Jueves de la III semana del Tiempo de Adviento - a podcast by Commento al Vangelo del giorno

from 2016-12-14T20:00:15

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Todo es muy simple. Se trata de no rechazar a la Grazia. Qué ya es una Grazia. Todo odiamos las colas, al correo, a los despachos municipales, al semáforo, a la caja de un supermercado, en el banco, al baño la mañana. Sin embargo hay una cola que salva. Es suficiente armarse de paciencia y esperar el turno. Como han hecho los publicanos y las prostitutas en las orillas del Jordan, en la espera del bautismo de Juan. Reconocer quiénes somos, sencillamente. Cómo David frente las palabras del Profeta Natan cuando, con una parábola, le desveló el pecado que él mismo habia cometido y que, probablemente, removió.

La felicidad y la paz no son utopías o trofeos que arrancar con los dientes. Es sólo una cuestión de cola, caminar lentamente y sin prisa hacia las aguas del bautismo. Israel ha sido salvado y se ha puesto en cola hasta la Tierra Prometida. Nada fue solicitado, si no de coger la urgencia de la libertad. Pocas cosas y afuera. Sin muchos pensamientos, sin mirar atrás, como le fue dicho a Lot cuándo dejó Sodoma . Porque de una urgencia se trata, y es cuestión de vida o muerte. No se bromea.

Abandonar falsas certezas, ligasones y proyectos, y seguir la llamada de amor. Cómo Abraham que se puso en camino sin tampoco saber por dónde ir. También él en caravana, dejando que fuera Dios a señalarle el camino. Ya, el camino. La salvación es un camino. Sencillamente. Pensamos demasiado y, a menudo, a disparate. Y somos esclavos de nosotros mismos, de esquemas estrechos, de las piruetas mentales que siguen mundos y vidas posibles, con tal que alcanzar una pizca de serenidad. Como los Fariseos y los Doctores de la Ley, somos encarcelados en la tela de nuestra pretendida justicia. Y es el corazón que manifiesta la verdad, no basta con creerse pecadores, las palabras se las llevas el viento.

Es frente a las humillaciones que se revela la profundidad del corazón, la soberbia que mueve nuestras existencias, incapaces de aceptar la aunque mínima injusticia. Y es un bonito chillar de ser pecadores, pero en el momento crucial de recibir un tratamiento digno de un pecador.... es mejor dejarlo, cólera y hervores nos hinchan el corazón y las venas. Ningun expediente, ningun bautismo, de dónde estamos y nos ilusionamos de estar, de nuestras justicias y razones no nos movemos ni de un milímetro. Es una cuestión de principio caray! Y hacemos vana la salvación, la voluntad de Dios sobre nosotros. El único verdadero peligro por nuestra alma: quedarnos prisioneros de nuestra voluntad y justicia.

Y hay una cola que salva. Sì, justo una cola, lenta, que atenta siempre a nuestras presumidas personalidades en busca de fagocitar rapidamente aquellas ajeno. Una cola que es un pueblo en camino. Un camino de salvación que demuele las pseudo-certezas, que estropea los "solos" vanagloriosos que ejecutamos intentando ser mas notables. Un camino conducido por Otro, el Dios de la Gloria que no ha rehusado de ponerse a la cabeza de la cola de los pecadores. Él que no pecó, junto a los pecadores. Para los pecadores. Las aguas del Jordan santificadas por el cuerpo santisimo del Dios hecho carne.

Escuchamos hoy la voz del Profeta más grande, sus palabras de fuego que iluminan nuestra realidad. Acogemos a la Grazia que nos pone en camino. Nuestro Juan enviado a nuestra vida es la Iglesia nuestra madre, que también hoy nos anuncia la Buena Noticia; ella, no es una caña sacudida por el viento, siempre lista a los compromisos con tal que conseguir algo. Los Apostoles no son hombres envueltos en vestidos delicados, que viven en un lujoso edificio. No, la palabra de conversión no es hija del hombre viejo, siempre en vilo y en busca de un modo para llenar la barriga. La palabra de Juan es el anuncio de una radical novedad, como aquella su indumentaria profética, aquella su comida tan diferente: el cielo abierto y Dios con nosotros, la salvación y la misericordia capazes de hacernos hijos de Dios. Escuchamos sin...

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