Martes de la IV semana del Tiempo de Cuaresma - a podcast by Commento al Vangelo del giorno

from 2018-03-12T22:30:05

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Sola a solo



Un paralítico yacia echado sobre la pestaña de la vida, a la "puerta de las ovejas", en medio del sufrimiento de los animales destinados a la matanza sacrifical. En un sábado que no era fiesta si no ley dura de expiación. Habia olor de sangre y muerte, humos grises de sentidos de culpa que se levantaban de aquel sentido de soledad que revelava inutilidad e imposibilidad de salvación. La piscina estaba a un paso, justo lo que él no podia hacer; a veces era agitada por el viento, pocos y fugaces instantes para curaciones destinadas a resolverse en otras, futuras enfermedades. Y nadie a darse cuenta de él como de nosotros, solos con nuestras angustias, los sufrimientos, las enfermedades. Estaba allí desde trenta y ocho años, una vida sin lograr vivir en plenitud. Y de repente aparece Jesús, con su mirada y su voz que le lanza en el corazon una pregunta que hubiera podido parecer una burla inoportuna: "¿Quieres ser curado?". Y en cambio habia sido como una saeta que bajaba hasta las articulaciones del alma, al fondo de una vida que nada esperaba. Sinembargo todo habia ocurrido para ser suyo: no tenia a nadie para tener a Cristo; no tenia nada para tenerlo todo en El. Trenta y ocho años, una vida en espera como la nuestra devanada hasta a hoy para encontrarlo. La quiebra humana, en efecto, es el cortejo con el que Cristo nos seduce día tras día. Porque Él ha puesto sus ojos sobre de nosotros mientras nadie nos ha dignado nunca de una mirada de amor auténtico. Nos ha elegido para Él. Si el paralítico del Evangelio hubiera tenido a alguien a sumergirlo, no habria encontrado a Cristo y escuchado su voz. Quizás habría sido curado, habría encontrado trabajo, una casa, un novio, una bonita boda, un poquito de salud, un sueldo adecuado, no hubiera perdido el padre de pequeño, ningunas violencias, habría estudiado y se habría licenciado, sería un poquito más guapo y presentable, su familia no habría sido tan pobre, no habría padecido la sombra del hermano mayor. En fin, no habría sido crucificado trenta y ocho años. Y no habría conocido el poder del amor de Cristo. Su corazón no hubiera sido curado, y se habría quedado sin salvacion. En cambio, en aquel encuentro toda la vida se ha iluminado de sentido, y aquella camilla aparece como un tálamo de amor listo para el Esposo La Cruz, o sea cada aspecto de nuestra vida, el más difícil, el más doloroso, iluminado y transfigurado como un tálamo para acoger su misericordia. Cada instante que hemos pasado distendidos, olvidados, desechados, despreciados y solos, ha sido y es una herida abierta en nosotros para Él, para resucitar en una vida nueva, en camino hacia el Cielo, queriendo sin reservas. En fin, "sola a sólo" como la Virgen Maria bajo la Cruz, inmersa en la soledad y en la absurdidad mientras estaba unida misteriosamente a su Hijo que ofrecia a si mismo para redimir la humanidad.

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