Dios con corazón de padre y de madre - a podcast by PODCAST MDC Dios te quiere
from 2020-06-29T03:00
Han venido desgracias, contratiempos, dificultades. Y pensamos: «Me ha abandonado
el Señor, mi dueño me ha olvidado». Y Dios nos pregunta, como sorprendido:
«¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del
hijo de sus entrañas? ¡Pues, aunque ella se olvidara, Yo no te olvidaré!» (Is 49,
15).
¡Qué confianza deben despertar en nosotros estas palabras del Señor! Una madre no
puede olvidarse del hijo de sus entrañas, de su recién nacido. «Pues, aunque ella se
olvidara…». Es casi imposible que una madre se olvide de su bebé, pero podría
suceder. El amor de Dios va mucho más allá, es superior al de todas las madres del
mundo.
¿Hemos imaginado alguna vez a Dios Padre abrazándonos contra su corazón con
infinita ternura, defendiéndonos del mal con su infinito poder, mirándonos a los ojos
como solo un padre o una madre pueden mirar a su hijo recién nacido? (Él nos ha dado
la imaginación, la creatividad, para que podamos verlo de algún modo).
¿Puede ese Padre permitir que algún mal dañe a su hijo? ¡No! Por tanto –nos ha dado
la razón para que, con la gracia, podamos pensar como Él de algún modo–, cuando nos
envíe algo que nos parezca un mal, hemos de concluir que es un bien para nosotros.
«Sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios»,
afirma san Pablo (Rm 8, 28).
La sabiduría cristiana popular lo ha expresado de otro modo: «No hay mal que por bien
no venga».
Pero, además, hemos de pensar, porque es verdad, que cuando nos envía sufrimientos
nos está tratando como a las personas a las que más quiere.
Parece difícil aceptarlo, pero ¿acaso no permitió que sufriera su Hijo? ¿No permitió
también que sufriera la Virgen María? Si tratásemos de ver las cosas con los ojos de
Dios, con los ojos de la fe, caeríamos en la cuenta de que, cuando permite que
suframos, nos demuestra que nos quiere, porque nos trata como a su Hijo y como a su
Madre. Entonces, el dolor se transformaría siempre en dolor alegre, que es un tipo de
dolor exclusivo de los que creen en el amor de Dios, y que está al alcance de todos.
«Si vienen contradicciones, está seguro de que son una prueba del amor de
Padre, que el Señor te tiene» (S. Josemaría, Forja, n. 815).
Con los ojos de la fe, vemos la verdad de estas palabras de Cristo a Santa Teresa:
«Considera mi vida toda llena de sufrimientos, persuádete de que aquel es más
amado de mi Padre que recibe mayores cruces; la medida de su amor es también
la medida de las cruces que envía. ¿En qué pudiera demostrar mejor mi
predilección que deseando para vosotros lo que deseé para mí mismo?».
Y no hay que sorprenderse si, ante esta visión que proporciona la fe, algunas personas
reaccionan con una sonrisa escéptica que puede significar: “estáis locos”, “sois
imbéciles” o “la religión os tiene sorbido el seso”. Lo han dicho de Jesús y de todos los
que han querido seguirlo de cerca.
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