La confianza en Dios y los trabajos de evangelización - a podcast by PODCAST MDC Dios te quiere

Tenemos la misión de colaborar con Dios en la obra de la Redención: llevar el mundo a Dios, dar a conocer el Evangelio de Cristo, trabajar con Él en la construcción de su Reino, un reino de amor y de paz. Y un modo de llevar a cabo esta misión es el apostolado o evangelización: ayudar a otros con nuestro ejemplo y nuestra palabra a acercarse a Dios.

Incluso en algo tan santo puede suceder que, en la práctica, confiemos más en nosotros que en Dios: en nuestra simpatía, en nuestra facilidad de palabra, en los brillantes argumentos que exponemos. Queremos que las personas cambien inmediatamente con la fuerza de nuestro sagaz razonamiento. Y como eso no sucede, nos entristecemos y caemos en el desánimo. Es verdad que debemos poner nuestras cualidades humanas al servicio de la Verdad, pero la eficacia sobrenatural depende de Dios.

Otras veces, en lugar de actuar con rectitud de intención, solo por amor a Dios, buscamos solapadamente nuestro éxito personal, queremos ver los frutos de nuestra labor, porque en el fondo pensamos que se deben a nuestra eficacia. Los frutos vendrían a confirmar que valemos, que somos buenos apóstoles, que Dios está contento con nosotros… ¿Y si no hay frutos o no se ven? Entonces, nos sentimos fracasados, echamos la culpa de nuestra desgracia a lo mala que es la gente y tiramos la toalla.

Los frutos son de Dios. Él es el que da la gracia para que las personas respondan con libertad. A nosotros no nos pide frutos, resultados. Solo nos pide que colaboremos con Él: que mostremos el “rostro de Jesús” en nuestra conducta y en nuestras palabras. Y que nuestra intención sea tan recta que estemos dispuestos a trabajar toda nuestra vida sin ver un solo fruto, si esa fuese su Voluntad.

Si alguien no responde a la llamada de Dios, es lógico que sintamos pena, pero una pena que nos lleva a desagraviar al Señor, a compensarlo con nuestro amor, y a seguir pidiendo que ayude con su gracia a esa persona.

Es importante recordar una verdad que nos enseña Jesús: el Pastor de las ovejas es Él. Y si una se pierde, deja a las demás en el redil y sale en busca de la perdida. Es Él quien está más interesado en que todos vuelvan a la casa del Padre. No somos nosotros los “protagonistas” de la evangelización, los “más interesados”, los que tienen que implorar a Dios que deje, por favor, a un lado los grandes problemas del universo en los que está ocupado, y se moleste en ayudar a una persona. Solo somos sus colaboradores. Es el Señor quien lleva la iniciativa, quien concede la gracia de la conversión, y está dispuesto, si fuera necesario, a morir de nuevo, una y mil veces, por salvar a un solo hombre.

Los hijos de Dios tenemos que ser apóstoles que quieren ganar el mundo para Cristo, pero siempre con rectitud de intención, con serenidad y paz, poniendo en Él toda nuestra confianza. En caso contrario, el apostolado resulta una labor que frustra y decepciona, y, tarde o temprano, se abandona.

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