La morada que Dios nos ha creado - a podcast by PODCAST MDC Dios te quiere

from 2023-02-06T03:00:21

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Leo unas palabras de san Pedro Crisólogo (s. IV-V), Arzobispo de Rávena, Padre y Doctor de la Iglesia.


Crisólogo significa “palabra de oro”, y estas que transcribo, realmente lo son.


«Hombre, ¿por qué te consideras tan vil, tú que tanto vales a los ojos de Dios? ¿Por qué te deshonras de tal modo, tú que has sido tan honrado por Dios? ¿Por qué te preguntas tanto de dónde has sido hecho, y no te preocupas de para qué has sido hecho?


¿Por ventura todo este mundo que ves con tus ojos no ha sido hecho precisamente para que sea tu morada? Para ti ha sido creada esta luz que aparta las tinieblas que te rodean; para ti ha sido establecida la ordenada sucesión de días y noches; para ti el cielo ha sido iluminado con este variado fulgor del sol, de la luna, de las estrellas; para ti la tierra ha sido adornada con flores, árboles y frutos; para ti ha sido creada la admirable multitud de seres vivos que pueblan el aire, la tierra y el agua, para que una triste soledad no ensombreciera el gozo del mundo que empezaba» (Sermón 148).


Cuando miramos el mundo, la luz del sol, la luna y las estrellas, las flores, los árboles, la tierra y el agua, la multitud de los seres vivos que nos acompañan, estamos viendo la casa que ha hecho el Señor para nosotros, por amor. Todo eso es una demostración del cariño que Dios nos tiene, de cuánto valemos a sus ojos. He ahí otro motivo para decirle a Dios: “Gracias porque me quieres tanto”.


Necesitamos que renazca en nosotros el espíritu contemplativo para poder ver el amor de Dios a través de la naturaleza en la que vivimos.


Contemplar es mirar para admirar, y la admiración, si sabemos escucharla, nos invita a preguntarnos quién hizo lo que miramos, porque esa belleza no puede estar ahí porque sí. Contemplar es mirar con los ojos del corazón, para descubrir el Amor que ha diseñado, para nosotros, la hermosura que nos fascina o nos hace sonreír. Contemplar es ver más allá de las cosas bellas para descubrir la Belleza creadora.


El papa Francisco, en la encíclica Laudato si’, nos recuerda que la naturaleza es un libro precioso, cuyas letras son las criaturas del universo, que es una continua revelación de lo divino. Que percibir a cada criatura es vivir en el amor de Dios y en la esperanza, que la contemplación de lo creado nos permite descubrir alguna enseñanza que Dios quiere transmitir (cf. n. 85).


Pero solo veremos a Dios a través de la naturaleza si nuestro corazón es limpio. Un corazón es limpio cuando ama a Dios sobre todas las cosas. Ese corazón ve a Dios en todo, es capaz de admirarse ante la belleza y reconocer a su Autor, de darse cuenta de que no puede ser vil ni deshonrarse porque Dios lo valora tanto que ha hecho esas maravillas por amor a él.


Espíritu contemplativo, sensibilidad estética, capacidad de asombro… Todo eso no significa nada para quienes solo valoran lo útil, y quizá por eso no se valoran a sí mismos. Sería un gran progreso enseñar a todos, ya desde la infancia, a contemplar en silencio, a admirar, a sentir gusto por la belleza, a escuchar el lenguaje de las cosas. Es un camino para llegar a Dios y para ser más conscientes de nuestra propia dignidad.


Contemplando la naturaleza, Señor, puedo descubrirte a Ti, y darme cuenta del valor que tengo a tus ojos. Si has hecho todo esto para mí, el cielo y el mar y las estrellas, la tierra, las montañas y los ríos, ¿para qué me has hecho a mí? Debe ser para algo grande, pues me valoras y me quieres tanto. Y pienso entonces en la misión que me encargas en este mundo en el que me has puesto: me pides que lo cuide y cultive, como mi trabajo manual o intelectual, para ayudarte a perfeccionar la Creación, y, al mismo tiempo, que –con mi trabajo y mi vida entera– te ayude también en la salvación de los hombres. ¡Que te ayude a Ti, que eres Dios!

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