La paciencia y la confianza en Dios - a podcast by PODCAST MDC Dios te quiere

from 2022-08-22T03:00:19

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La paciencia es consecuencia de la confianza en Dios.


Tener paciencia es llevar de una manera digna, con buen ánimo, los males presentes, sin caer en la tristeza, un sentimiento que nos priva de la claridad mental para ver las cosas como son.


Tener paciencia es aceptar un aspecto muy importante de los planes de Dios: la temporalidad. Vivimos en el tiempo, y eso quiere decir, entre otras cosas, que lo que esperamos tarda llegar, que las personas tarden en cambiar, que los sufrimientos duran, como también duran las situaciones agradables.


Somos impacientes cuando perdemos el sosiego y la alegría ante las contrariedades, nos quejamos de nuestra suerte y nos dejamos dominar por el abatimiento o por la ira; cuando no aceptamos que una situación incómoda debe perdurar, y queremos anularla ya, de un plumazo.


Pensemos en nuestro hogar, en nuestra familia. Podemos encontrar mil motivos para perder la paciencia y enfadarnos. Los padres coléricos, irascibles, que se enfadan entre sí y con los hijos por cualquier tontería, hacen que enfermen su matrimonio y sus hijos.


A veces nos parece que es imposible ser pacientes. Partimos, como si fuera verdad inconmovible, de que nuestro temperamento, nuestro genio o nuestro carácter no nos permiten permanecer tranquilos, y tenemos que chillar, gritar, enfadarnos, o encerrarnos en nuestra amargura para que los demás se enteren de que nos han molestado u ofendido. Pero no es verdad. La paciencia es posible. Mejorar nuestro carácter es posible. Somos muy negativos con nosotros mismos cuando nos conviene…


Podemos ser pacientes ante la persecución (burlas, desprecios, críticas por obrar como cristianos) y los sufrimientos, si pedimos a Dios esa gracia. Llegaremos incluso a considerar nuestros sufrimientos como una gran alegría:


«Hermanos míos: considerad una gran alegría el estar cercados por toda clase de pruebas, sabiendo que vuestra fe probada produce la paciencia. Pero la paciencia tiene que ejercitarse hasta el final, para que seáis perfectos e íntegros, sin defecto alguno» (St 1, 2-4).


Con la gracia de Dios, podemos, como Cristo, nuestro modelo, vivir la paciencia perdonando a los que nos ofenden, renunciando al deseo de venganza, apaciguando los sentimientos de cólera o irritación, y manteniendo la serenidad y la paz ante las ofensas.


Nuestra paciencia debe fundamentarse en la certeza de que nuestro Padre es Sabiduría y Amor; por tanto, todo lo dispone, incluso los sufrimientos y contrariedades, para nuestro bien. Se trata de confiar plenamente en Él: el plan que ha previsto para nosotros es el que más nos conviene.


Esta confianza hace que, ante las contrariedades, no adoptemos una actitud de mera resignación, sino que veamos en ellas una oportunidad para enamorarnos más de Dios y cooperar con Él en la salvación de todos.


Unos conocidos versos de santa Teresa, que cita el Catecismo, nos señalan la clave de la paciencia:


«Nada te turbe,


nada te espante,


todo se pasa,


Dios no se muda;


la paciencia


todo lo alcanza;


quien a Dios tiene


nada le falta:


solo Dios basta».

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