Los agobios. - a podcast by PODCAST MDC Dios te quiere

from 2021-11-01T03:00

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Los problemas nos agobian, y parece que no podemos remediarlo. Agobios por cuestiones económicas o de salud, agobios por conseguir un trabajo o un piso, agobios por aprobar un examen, agobios por llegar a todo cuando no hay manera de llegar, agobios por los hijos, agobios por los padres…


Recuerdo unas palabras del Santo Cura de Ars: 


«Todos los problemas que nos agobian en esta vida es porque no rezamos o rezamos mal». 


Otro gran secreto para ser felices.


Si hablamos los problemas con Dios, dejan de agobiarnos, porque dejan de ser “solo” nuestros. El Señor nos hará descubrir verdades tan sencillas como esta: los problemas que tenemos son sus “encargos”, y Él nos ayuda a solucionarlos. Estamos en la tierra como están los hijos en la casa de su Padre, trabajando para Él, y quien lleva el peso de los problemas es Él. 


Si los problemas nos abruman o nos angustian es porque no los compartimos con Dios. Deberíamos poder decir: “Mis problemas son sobre todo los problemas de mi Padre, que es quien me ha puesto aquí y me ha encomendado una misión. Son de los dos”.


Así, la vida se ve de otra manera, de una manera más real. Y los problemas ya no agobian ni fatigan. Entonces nos damos cuenta de que el yugo de Jesús es suave, y su carga, ligera. 


«Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga es ligera» (Mt 11, 28-30).


El secreto es rezar, orar, hablar con Dios, tratar con Él nuestros problemas y preocupaciones, dejar en sus manos todo lo que no depende de nosotros, y confiar absolutamente en Él. 


Pero muchos cristianos se han olvidado de que pueden hablar de tú a Tú con Dios, en cualquier lugar. O no encuentran tiempo para mantener esas conversaciones diarias con su Padre. ¡Hay tantas cosas que hacer! 


Nuestra vida cambiaría radicalmente si cada día dedicásemos aunque solo fuera un cuarto de hora a hablar a solas con Dios y con la Virgen, nuestra Madre. La solución es así de sencilla, y está en nuestras manos, pero no acabamos de creerlo o de ponerlo en práctica. Tal vez pensamos que es una cosa un poco rara: un hombre o una mujer sentados en una silla, a solas, hablando con Dios… 


Sí, es una cosa tan rara como ver a un hijo o a una hija hablando con su padre. 



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