Los Miedos - a podcast by PODCAST MDC Dios te quiere

from 2021-05-24T03:00

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Si no confiamos en Dios, nos llenamos de miedos y temores. Miedo a que nos suceda algo malo, que venga de repente una enfermedad pequeña o grande a romper nuestra inestable felicidad.Miedo horrible al fracaso profesional, a convertirnos en “perdedores”. Miedo a que le pase algo malo a un miembro de nuestra familia, que nos convierte a veces en agobiantes controladores. Miedo al tirano del qué dirán, a no ser apreciados y aprobados por los demás. Miedo a la vida, que algunos pretenden superar huyendo de la realidad, enajenándose con cualquier ocupación o por medio del sexo, el alcohol y la droga. Miedo a que vengan más hijos, porque pondrán en peligro el bienestar. Miedo a entregarnos del todo a Cristo, miedo a la Cruz.


Hasta sentimos un cierto temor cuando todo va bien, porque pensamos: ya hace demasiado tiempo que todo marcha sin grandes problemas; esto quiere decir que pronto llegarán las contrariedades…


El miedo lleva al enfado, a la tristeza y a la ansiedad.


Sentir temor es humano, pero un hijo de Dios no puede dejarse dominar por él. Si eso sucede es porque vivimos como si no tuviéramos un Padre infinitamente poderoso que está continuamente pendiente de nosotros. Como si no tuviéramos una Madre que no hace más que pensar en sus hijos, que se preocupa incluso de que no falte el vino en una boda de pueblo, y que no duda en pedirle un milagro a su Hijo para que solucione el problema. Como si estuviésemos solos en el mundo, y todo dependiese de nosotros. Así no se puede vivir, así la vida se hace insufrible. Y se pierde la alegría y el sentido del humor, y todo se vuelve trágico y sombrío.


Me ayuda mucho a mantener la serenidad contemplar a Jesús que duerme tranquilo mientras los apóstoles se mueren de miedo en medio de la tempestad que, de repente, se ha levantado en el lago de Genesaret. «Aquel día, llegada la tarde, les dice: “Crucemos a la otra orilla”. Y, despidiendo a la muchedumbre, le llevaron en la barca tal como estaba. Y le acompañaban otras barcas. Y se levantó una gran tempestad de viento, y las olas se echaban encima de la barca, hasta el punto de que la barca ya se inundaba. Él estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Entonces le despiertan, y le dicen: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” Y, puesto en pie, increpó al viento y dijo al mar: “¡Calla, enmudece!”. Y se calmó el viento y sobrevino una gran calma. Entonces les dijo: “¿Por qué os asustáis? ¿Todavía no tenéis fe?” Y se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”» (Mc 4, 35-41).


El Señor tenía buen sueño, un sueño profundo y envidiable.


Quizá tenemos que dirigirnos al “Señor del buen sueño” y pedirle: “Jesús, dejo en tus manos todas las preocupaciones que pretenden agobiarme. Dame un buen sueño que repare mis fuerzas físicas y espirituales, y haz que despierte con la ilusión de amarte más durante el nuevo día”.


Para leer la reflexión completa podes ir a: https://misionerosdigitales.com/2021/05/los-miedos/

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