Una religión sin amor - a podcast by PODCAST MDC Dios te quiere

from 2022-08-08T03:00:18

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Pelagio, un monje de origen irlandés que vivió entre los siglos IV y V, afirmaba que no necesitamos una gracia especial para recibir la salvación, porque Dios nos ha dotado de suficientes facultades para que, con nuestro propio esfuerzo, logremos llegar a la vida eterna. El pelagianismo podría parecer algo olvidado en la noche de los tiempos. Pero no es así. Tanto el cardenal Ratzinger, después Benedicto XVI, como Francisco han denunciado un tinte pelagiano en el modo de pensar de algunos cristianos contemporáneos. Teniendo en cuenta las referencias de ambos, estas serían las características de los cristianos contaminados de pelagianismo:



  • Quieren el orden puro: no el perdón, sino la justa recompensa.


Entienden la relación con Dios como una cuestión de justicia, donde el perdón no tiene sentido. “Si yo cumplo, Dios debe darme, como justa recompensa, la salvación; y al que no cumple, la condenación”. Esto nos recuerda la parábola del fariseo y el publicano: «Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que gano» (Lc 18, 11-12).



  • Prefieren la seguridad a la esperanza, porque son incapaces de vivir la tensión hacia lo que debe venir y abandonarse a la bondad de Dios.


Quieren estar en orden con la justicia divina: eso es lo que les da la seguridad. Esperar en la bondad de Dios, abandonarse en Él, confiar en Él… eso es muy incierto. Lo seguro es que las cuentas estén a mi favor.



  • Les falta la humildad esencial para el amor: la de recibir dones más allá de su actuar y merecer.


Entienden que Dios les dé ni más ni menos que lo merecido por sus obras. No son niños, no son humildes, para recibir el amor infinitamente generoso de Dios.



  • Tienen el corazón duro hacia sí mismos, hacia los demás y hacia Dios.

  • Con un duro rigorismo de ejercicios religiosos, oraciones y acciones, quieren procurarse un derecho a la bienaventuranza.


Son duros consigo mismos porque se exigen mucho para tener más mérito ante Dios y ganar la salvación. Son duros e incomprensivos con los demás, a los que exigen, sin contemplaciones, una conducta como la suya. No quieren acoger al pecador, comprenderlo y ayudarlo con cariño. Y son duros hacia Dios, porque no se dejan querer por Él, no le dejan ser Padre, no le dejan ser Amor.



  • El núcleo de este planteamiento: una religión sin amor.


En el fondo, su religión está basada en la justicia entendida de modo legalista: pecado, castigo; obra buena, pago. No hay sitio para la misericordia.



  • Tienen miedo a la gratuidad de Dios, que rompe los esquemas humanos de la conveniencia y la recompensa.


No entienden la gratuidad. Quizá no han pensado siquiera que nuestra misma existencia es fruto de la creación por amor, y que seguimos existiendo porque Dios nos sigue amando. Dios nos da a nosotros mismos. Y con el ser, nos da todo lo demás, la inteligencia, la voluntad, los talentos que tenemos. Todo es suyo. Y además muere por nosotros en la Cruz, destruye nuestros pecados y nos eleva gratuitamente a la categoría de hijos, por la gracia. Y está siempre con nosotros, dándonos en cada instante las gracias que necesitamos para poder caminar hasta el Cielo.


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