Vivir el día de hoy como si fuera el único - a podcast by PODCAST MDC Dios te quiere
from 2020-11-09T03:00
Pensar en el futuro nos quita la paz: los problemas que están pendientes de solución,
los proyectos que no sabemos cuándo terminaremos, lo que puede pasar mañana,
porque puede ser que mañana ocurran cosas imprevistas que echen por tierra todos
nuestros planes, o que aparezcan nuevas preocupaciones. Y si no es mañana, puede
ser dentro de unos días o de unos meses. ¿Qué va a pasar con mi trabajo, con mi
familia, con nuestra seguridad?
Tenemos la impresión de “navegar en barcos de papel”. Nos parece que hay muchas
cosas “en el aire”, porque dependen de otras personas, del azar, de la buena o mala
suerte. No podemos controlar nada, no somos dueños del futuro, y eso nos inquieta
todavía más. Y así, en vez de vivir de verdad el día de hoy, sufrimos por anticipado los
problemas que, según nuestra imaginación, nos va a traer el día de mañana.
Pero, además, estamos convencidos de que preocuparnos es una exigencia de nuestro
sentido de la responsabilidad, un deber, y que si permanecemos tranquilos deberían
tacharnos de alocados y botarates.
Pues eso es precisamente lo que a Dios no le gusta: que vivamos preocupados por el
día de mañana, cuando resulta que el mañana no está en nuestras manos, sino en las
suyas. El Señor nos pide que abandonemos el futuro a su cuidado, y que nos ocupemos
de nuestros deberes de hoy, que vivamos el momento presente como si fuese el único
del que disponemos para agradarle.
«Age quod agis»: Haz lo que estás haciendo. O en castizo: «A lo que estamos, tuerto,
que se rifa un ojo».
Jesucristo nos ha dicho palabras que deberían llenarnos de paz:
«Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os añadirán.
Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia
preocupación. A cada día le basta su contrariedad» (Mt 6, 33-34).
Lo primero que tenemos que buscar es lo que importa. Y lo que importa, lo único que
importa, es que hoy –no mañana, hoy– agrademos a nuestro Padre, realizando por
amor a Él lo que hoy nos encarga. Así es como buscamos el Reino de Dios y su justicia.
¿Y mañana? El día de mañana depende del gobierno divino, y nosotros seguiremos
estando bajo su protección de Padre, como hoy, y las personas a las que queremos
estarán también protegidas por su cuidado amoroso.
Las palabras de Cristo no nos eximen de poner los medios para vivir una vida digna y
para ayudar a los demás hombres. Ni nos prohíbe planificar el futuro, hacer nuestras
previsiones económicas y profesionales, tener un proyecto de trabajo y poner los
medios, en la medida de nuestras posibilidades, para prevenir los problemas de
mañana. El Señor nos ha dado una inteligencia capaz de prever, y es su voluntad que la
empleemos.
Pero, una vez que hemos puesto los medios a nuestro alcance, dibujado nuestros
proyectos y previsto sensatamente nuestros planes, lo más razonable es centrarnos en
el día de hoy, que es el único plazo a la medida de nuestras fuerzas.
El futuro no está en mis manos, Señor, sino en las tuyas. Del futuro te encargas Tú, y lo
que me pides es que lo abandone totalmente en Ti. Pero totalmente, absolutamente,
de verdad. Quieres que centre mi atención en el instante presente, porque es ahora
cuando Tú me pides que responda a tu amor con el cumplimiento amoroso de mi
deber.
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