El banquete real - a podcast by Juan Betancur

from 2020-01-22T12:00

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Habia una vez un reino donde todo era basado en la fastuosidad y grandiosidad. Y todos los personajes de las cortes acostumbraban a usar bellos y costosos trajes para así impresionar a los demás. Era pues costumbre en aquel reino juzgar a las personas por el valor de sus vestidos y nunca por el valor de su ser interior. 

Un día en la corte real tuvo lugar un fastuoso banquete para conmemorar el natalicio de el rey. Como era costumbre todo se había dispuesto de tal manera que cada persona se sentaba a la mesa de acuerdo con su rango. Todavía no había llegado el monarca al banquete, cuando apareció un ermitaño muy pobremente vestido y al que todos tomaron por un pordiosero. Sus pocas ropas mostraban como el tiempo y el uso las había rasgado y destruido. 

Aquel ermitaño entro a la sala lentamente y sin ni siquiera mirar a ninguno de los allí presentes. Sin embargo su caminar era decidido y seguro. Sorprendiendo a todos incluyendo a la guardia que cuidaba la entrada del salón. Al caminar entre los presentes en aquella sala el murmullo de incredulidad comenzó a crecer cuestionando la presencia de aquel hombre zarrapastroso que se diría al centro de la sala donde el comedor principal se encontraba. 

Una vez llego a la cabecera de la mesa aquel Ermitaño,  sin vacilar un instante, se sentó en el lugar de mayor importancia, y se oyo un murmullo de incredulidad de todos los asistentes al banquete.  Este insólito comportamiento indignó al primer ministro, quien ásperamente se acerco a el y con voz demandante le preguntó:

-¿Acaso eres un visir?

-Mi rango es superior al de visir -repuso el ermitaño.

-¿Acaso eres un primer ministro?

-Mi rango es superior al de primer ministro.

Enfurecido, el primer ministro inquirió:

-¿Acaso eres el mismo rey?

-Mi rango es superior al del rey.

-¿Acaso eres Dios? -preguntó mordazmente el primer ministro.

-Mi rango es superior al de Dios.

Fuera de sí, el primer ministro vociferó:

-¡Nada es superior a Dios!

Y el ermitaño dijo con mucha calma.

-Ahora sabes conoces mi identidad. Yo soy eso nada y por eso soy superior a Dios. 

 

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