Las 100 llaves - a podcast by Juan Betancur

from 2020-03-03T11:00

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Había una vez un joven que soñaba convertirse en un funcionario público. Para ello tenía que tomar un examen de aptitudes, junto con todos los demás que deseaban el mismo cargo público. Aquel que obtuviera la mayor calificación podría tener derecho al cargo y ocuparlo hasta obtener una ascenso. Los cargos públicos eran pues muy apetecidos y disputados porque garantizaban un sustento de por vida. 

 

Para lograr pasar la prueba, todos los aspirantes tenían que estudiar arduamente y prepararse para las difíciles preguntas del examen. Era costumbre que los aspirantes a los cargos estudiaran y se entrenaran con un maestro que los preparaba diligentemente para las preguntas del examen. 

 

Este joven aspirante, sin embargo, no daba señales de ser muy aplicado en la preparación de las pruebas y solamente asistía a sus clases diarias por mero respeto con su maestro. El maestro por su parte veía como su discípulo no prestaba mucha atención a sus horas de estudio y preocupado le dijo

 

Ten presente que cuando te examines lo harás con otros muchos aspirantes al mismo cargo. Todos estarán muy bien preparados y debes temer a su preparación y ser tu el mejor preparado para los exámenes de evaluación

 

El joven alumno le dijo. No se preocupe maestro. Yo no tengo miedo alguno porque día tras día he ido creando en mi cabeza una serie de llaves que me permitirán abrir el corazón de cualquier funcionario que considere que yo no soy adecuado para los cargos públicos ofrecidos. Y tengo cien de estas llaves que utilizare cuando sea necesario para ganarme el favor de mis evaluadores. 

 

El maestro al oir estas palabras se enfureció y le dijo 

Vete de aquí infame. Acaso te he enseñado yo a ser un simple adulador. Vete y no vuelvas. 

 

El alumno no se desconcertó de modo alguno y sin inmutarse siquiera ni perder el tono de voz le contesto a su maestro. 

 

Maestro. Su inteligencia es reconocida por todos y es tan alta, que pertenece a una casta de sabiduría única. Su esfuerzo a estado siempre encaminado a proveer la mejor educación a todos sus alumnos y yo soy ciertamente no merezco ser su pupilo ya que hombres de su talla son inmunes a las lisonjas y a las palabras aduladoras. Por mi parte me siento honrado de tenerlo como mi maestro. 

 

El maestro se quedo pensativo y le dijo. Ciertamente me honras con tus palabras y te espero aquí mañana para que continues con tus estudios. 

 

El alumno salió de la casa del maestro diciéndose a si mismo. Hasta un sabio debe comprender que No se debe temer a las palabras que llegan de frente como los soldados, sino a las que se arrastran como serpientes. 

 

Y sonriendo mientras caminaba decía. 

 

Y todavía me quedan otras 99 llaves.

 

 

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