Martes 10 de Marzo: TIEMPO Y LUGAR - a podcast by Escuela Sabatica Adultos

from 2009-03-07T20:16:37

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Un principio importante de interpretación bíblica es el principio de estudiar el tiempo y las circunstancias durante las cuales un texto específico fue escrito, y quién lo escribió.

¿Qué describe el profeta en Jeremías 4:23 al 26?

Cuando la mayor parte de los adventistas leen estos textos, piensan en el milenio. Sin embargo, cuando Jeremías escribió este texto, alrededor del año 600 a. C., no estaba pensando en el milenio. El contexto de este pasaje es la destrucción de Jerusalén en 586 a.C. En el versículo 1, Dios le dijo a Israel: “Vuélvete a mí. Y si quitares de delante de mí tus abominaciones, [...}”. Es decir, todavía había tiempo de que se arrepintieran. Si hubiesen retornado a Dios, no habrían sido llevados a la cautividad.

Dios, por medio de Jeremías, estaba suplicando a su pueblo que se volviera de sus malos caminos, pero ellos no escuchaban. En los versículos 23 al 26, el profeta en visión vio lo que sucedería si ellos desobedecían. En lenguaje poético describe la desolación y la ruina que vendría sobre la tierra de Judá por causa de su desobediencia. El punto principal es que, cuando procuramos interpretar un texto, se necesita tomar en cuenta cuándo fue escrito ese texto y en qué circunstancias.

Lo que ocurrió con Judá y Jerusalén en el año 586 a.C. es un tipo de lo que ocurrirá con el mundo en el futuro. Jeremías 4:23 al 26 será una descripción apropiada de esta tierra durante el milenio, cuando Jesús venga y la tierra sea purificada con fuego. De este modo, exegéticamente, Jeremías 4:23 al 26 se refiere a la destrucción de Jerusalén. Sin embargo, simbólicamente también se refiere al tiempo del milenio. Elena de White, por lo tanto, cita Jeremías 4 para describir la situación de la tierra durante el milenio. (Ver CS 791.)

Al leer a Elena de White, también necesitamos tener en cuenta el tiempo y las circunstancias. Por ejemplo, en 1897, la Sra. de White escribió que “habrá que dar cuenta del dinero invertido en bicicletas, vestidos y otras cosas innecesarias” (TM 398).

A fines del siglo XIX, la bicicleta no era un medio de transporte económico, sino más bien el juguete de una persona rica, una inversión comparable al costo de un auto de lujo actual. La gente estaba hipotecando sus ingresos por adelantado durante meses para comprar lo que era un elemento costoso y de lujo. En pocos años, la bicicleta llegó a ser un medio de transporte útil y económico, y ella nunca más habló contra la bicicleta.

Su norma acerca de las bicicletas estaba basada en el principio bíblico de una buena mayordomía. Si ella viviera hoy, probablemente aplicaría este principio a otras cosas en las que la gente gasta frívolamente su dinero.

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